Cristina conoció a Lolo (en la foto a la derecha) paseándolo en la guardería los sábados. Le sorprendió lo buen perro que era, cómo no se separaba nunca de ella, y lo cariñoso y agradecido que era. Enseguida pasó a ser su madrina, y de allí a su casa de acogida temporal.
Pero lo temporal estaba claro que iba a ser definitivo. En casa ya estaba Pol (en la foto a la izquierda), y aunque al principio no le hizo mucha gracia compartir el sofá, muy pronto se convirtieron en compañeros de fechorías y carreras por el parque. Y el resto de la familia también se enamoró rápidamente de Lolo.
Cristina nos cuenta lo cariñoso que es cuando llega a casa, lo bruto que es pegando en las paredes con el rabo cuando ve comida o la correa para salir a la calle, y lo protector que es con ella y con Pol…¡Que no se les acerque ningún perro grande!
Y sobre todo nos cuenta que el mejor momento del día es por la mañana, cuando los despierta a los dos y se ponen panza arriba para que les rasque mientras le dan mordisquitos. Al regresar a casa da igual que haya tenido un mal día, su cariño infinito le quita todas las penas. Ellos son felices solo con verla, y le trasladan a ella toda esa alegría.
Nos acaba diciendo cómo le encanta cuidarles y protegerles, «para mí son parte de mi familia, son mis dos tesoros.»
¡Qué maravilloso es veros tan felices y disfrutar de vuestra nueva vida! ¡Gracias, Cristina!